CINE: DIANA/ EL QUINTO PODER

Estreno 21/11/13

Por El espectador compulsivo

EL CINE INOCUO

A pesar de sus obvias diferencias –tanto estéticas como temáticas- dos de los films estrenados esta semana tienen bastante en común: la indecisión de un relato que en un caso no va a fondo con el personaje –esa Diana transgresora pero no tanto, enfrentada con la familia real pero no tanto, enamorada de un hombre que la ama pero no tanto- y en el otro con las elecciones estéticas –enfoque, género y ritmo oscilantes que no logran dar verdadera cuenta de una figura cuya obra termina desdibujándose-. En este sentido, ambos films pueden catalogarse como “tibios”, a pesar de tratarse de biografías de personalidades “candentes”.

Diana se basa en los dos últimos años de vida de la llamada “princesa del pueblo”, según el libro de Kate Snell, Diana: su último amor, que sigue las alternativas de su oculto romance con un cirujano pakistaní, luego de su separación del príncipe Carlos. El film –con guión de Stephen Jeffreys – se centra en las vicisitudes de la relación debidas, fundamentalmente, a la alta (altísima) exposición pública de ella, una contra para el trabajo de él, un hombre supuestamente “común” -que, sin embargo, tiene una profesión privilegiada y una familia en Pakistán con derecho al veto (esto último, quizás, por cuestiones religiosas no exploradas por el film)-. La princesa está sola y falta de afecto, cercada por la prensa y enamorada de un hombre que duda demasiado sobre la posibilidad de concretar su amor. Naomi Watts pone lo suyo pero no puede con la insipidez de esta historia a medio camino entre la biografía y la comedia romántica que deja sin comprender cuestiones tan vitales como las razones por las cuáles aún sobrevive en la memoria de su pueblo o la real envergadura de su labor humanitaria, y minimiza hasta casi hacer desaparecer su relación con Dodi Fayed.

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El quinto poder se basa en la vida de Julian Assange, fundador de Wikileaks, a través de dos fuentes que dan cuenta de su historia: el libro de David Leigh y Luke Harding[1], y el de Daniel Domscheit-Berg[2]. El relato comienza, por razones obvias, con el encuentro entre Julian y este último –un especialista en informática de Alemania- y se apropia de su punto de vista hasta casi el final, donde un doblez le permite tomar distancia y cuestionar la focalización, una manera de recuperar una objetividad bastante cuestionable. En parte biopic, en parte thriller demasiado confuso como resultado de un montaje vertiginoso y una narración errática, el film protagonizado por Benedict Cumberbatc no tiene ni la contundencia estética de Red social (David Fincher, 2010), ni la intriga propia del género; le falta alma. Mención aparte merecen todas las secuencias referidas al impacto de las revelaciones en la Casa Blanca, incluido el incidente de Trípoli, de una previsibilidad notable no sólo en cuanto al desenlace –conocido por todos- sino en referencia a su función en el relato.

Un film que toma partido… y no (a juzgar por la coda). Un relato que intenta reflexionar sobre los efectos de la transparencia extrema en la circulación de las noticias, pero se detiene apenas en las noticias mismas.

Excelente trabajo de  Daniel Brühl (Rush)


[1] Wikileaks: la guerra secreta de Julian Assange por dentro.

[2] Wikileaks por dentro: Mi tiempo con Julian Assange.en el sitio web más peligroso del mundo