TEATRO: EL MAR EN EL BOLSILLO, de César Brie

“El arte no es un lugar en el cual se alecciona a las personas. El arte es un lugar en el cual se estremece a las personas, a través de belleza y la verdad. Ese es deber de los artistas”. César Brie

UN ESPECTÁCULO FEROZ

Es, sin duda, un placer tener de regreso en el país a César Brie, dramaturgo, actor, director y otros etcéteras más. Cada visita que lo devuelve a su lugar de origen –hace años que vive en el exterior- es una ocasión que no puede desaprovecharse para ver un teatro profundo, a la vez reflexivo e impactante, donde decenas de elementos significantes se ponen en juego desde la actuación, el texto, la escenografía, el vestuario, las luces. El mar en el bolsillo es, en este sentido, toda una experiencia, una en la que entramos en contacto desde una estética fragmentaria con la vida como una marea, con sus sueños, sus recuerdos, sus dudas y dilemas. Y, también, con la actuación como oficio, con todas sus disyuntivas. Fragmentos que son como restos de “naufragios” que el autor convoca y que aparecen en escena en palabras, canciones, sonidos y texturas. Un espectáculo complejo en el que tal vez cueste un poco entrar (no hay una sola puerta ni un solo camino) pero en el que una vez allí, dentro del corazón de una escena que se despliega vertiginosamente y con ferocidad, uno no puede dejar de inquietarse. Un desafío por partida doble: a Dios y a los espectadores. Ambos están convocados a participar, a conmoverse.

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El mar en el bolsillo es una pieza escrita en 1990: «Es la obra con la que me preparé para irme», dice Brie acerca de ella. Concebida desde la posibilidad del  actor de transformarse, tiene como personaje central a un cura, o mejor dicho, a un actor convertido en cura, lo que permite, también, un doble abordaje temático: por un lado, lo religioso en el más estricto sentido de la palabra, la relación con Dios; por el otro, la tarea del actor, la relación con su público y con aquella verdad que quizás pueda transmitir. Pero no se trata en lo más mínimo de un recorrido de algún modo teórico que se detiene en determinadas situaciones o planteos, sino un recorrido vivencial cuya materia son los recuerdos personales, la particularísima experiencia del autor. Tampoco se trata de un viaje confortable, sereno, sino uno que en el que muchas veces aparecerá la furia y el desconcierto, y que, sin embargo, no estará exento de humor y guiños a la profesión. El teatro en toda su potencia ritual, litúrgica.

Una obra cautivante; bella y profunda, tormentosa y, por momentos oscura, como la vida misma, que, sin duda, celebra, a pesar de todo. Una producción del Banfield Teatro Ensamble que desde el sur se proyecta en distintas direcciones.

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FICHA TÉCNICA

Texto (*), dirección, interpretación y escenografía: César Brie

(*) Incluye la adaptación de fragmentos de textos de Fernando Pessoa

 

CÉSAR BRIE

Nació en Argentina en 1954. Estudió teatro en la Comuna Baires hasta que ésta fuera reprimida por grupos paramilitares, lo que lo llevó a autoexiliarse en Italia. Realizó una importante carrera teatral en Europa. En 1975 fundó el Teatro Tupac Amaru y durante años participó del Odin Theatre de Dinamarca. A principios de la década del ‘90, decidió volver a América Latina y fundó en Bolivia la comunidad Teatro de los Andes, desde hace décadas un paradigma de las artes escénicas de ese país[1]. Es, también, un documentalista de gran compromiso social y político, que lucha permanentemente por los derechos de los oprimidos. En 2009, inició una nueva etapa autónoma de su carrera, alejada del Teatro de los Andes, una que quizás lo traiga definitivamente de regreso al país. El ciclo de unipersonales que posibilitó el Banfield Teatro Ensamble estos meses es, tal vez, una exploración en este sentido.

 

[1] El Teatro de los Andes de Bolivia acaba de participar en nuestro país en el Festival Latinoamericano de Teatro, que se realizó en el Teatro Nacional Cervantes entre fines de agosto y principios de setiembre, con la obra Hamlet de los Andes.