TEATRO: AIRE DE MONTAÑA
Escrita y dirigida por Pilar Ruiz, dramaturga con probada pericia en estas lides, AIRE DE MONTAÑA es otro ejemplo de texto dramático basado fundamentalmente en la palabra —aunque no en el simple “encuentro personal” del que hablaba Osvaldo Pellettieri, a propósito de cierto realismo— que se ve potenciado por una puesta inteligente y una impecable actuación. Distintas textualidades se entrelazan en una obra intimista, cruzando diferentes miradas sobre un pasado en común y un presente que se desarrolla -con sus claros y sus oscuros- frente a los ojos del espectador. Un reencuentro servirá de ocasión para que se revelen deseos, frustraciones y recuerdos compartidos, convirtiéndose en punto de partida para bucear en los lazos afectivos y aquello, que en última instancia, define nuestra existencia, desde la juventud a la adultez, desde la despreocupación a la conciencia de la finitud.
Lorena regresa a la ciudad que abandonó treinta años atrás; su hijo, Tomás, la acompaña. Varados en el lugar a causa de un temporal, tocan timbre en la casa vecina en busca de ayuda. Allí se encuentran, por casualidad o destino, con Marina y Jorge, compañeros de juventud de la madre, ahora en pareja, compartiendo vivienda. Entre tragos que se suceden cada vez con mayor rapidez y viejos discos de pasta que el hombre conserva, van desandando anécdotas y desenredando sentimientos. A medida que avanza la noche, caen las inhibiciones y surge el deseo; quizás el mismo que los alentó tres décadas atrás.
Escrita íntegramente en pandemia, quizás por eso, la obra revela cierta precariedad esencial y la necesidad de amor como única salvación. Lo hace a través de un intercambio fluido, no exento de toques de humor y cierta liviandad, entre los personajes. El texto fluye con naturalidad, sostenido por un dinamismo interno muy bien estructurado, oscilando entre el pensamiento y el diálogo, y haciendo hincapié, en ciertos momentos, a modo foto, en ciertas imágenes, lo cual también es un hallazgo, porque ancla fuertemente la palabra, no solo en cuanto sucede, sino en lo visual. Los movimientos en escena, que tienden a formar “cuadros, también van en este sentido y logran un efecto muy pregnante.
Una muy buena opción, que no defrauda en nada. Ni siquiera en su extensión que es, ni más ni menos, los sesenta minutos prometidos. Un tiempo justo para que no pierda intensidad. Brillante la escenografía de Julieta Potenze.
Obra ganadora del Premio CTBA + BANCO CIUDAD 2020-2021
FUNCIONES: MARTES 21 HORAS en EL GALPÓN DE GUEVARA – GUEVARA 326 – CABA
FICHA TÉCNICA
Dramaturgia y dirección: Pilar Ruiz
Diseño de escenografía: Julieta Potenze
Diseño de vestuario: Valentina Remenik
Diseño de iluminación: Lucía Feijoó
Música original: Milagros Garcilazo
Asesoramiento coreográfico: Andrés Molina
Fotografía: Francisco Castro Pizzo
Producción general: Poética Resiliencia
Co-Productor: Galpón de Guevara
Elenco: Carlos Portaluppi, Clarisa Korovsky, Juan Tupac Soler, María Inés Sancerni