TEATRO: PING PONG

Se sabe, tanto en el teatro como en el cine, es más fácil hacer llorar que reír, quizás porque los mecanismos del llanto (o de la emoción que conduce a él) son menos complejos y más universales que los de la risa. Por esa razón, una comedia que logre su objetivo con inteligencia, llegando a públicos diversos en forma eficaz no es tan usual. Sin embargo, ese es el caso de PING PONG, el texto de los brasileños Carmen Barbosa y Miguel  Falabell, que han traducido y adaptado Antonieta Eyras y Víctor García Peralta y dirige, con absoluta maestría, Verónica Llinás. Se trata de un abordaje en clave de humor de los conflictos de una pareja a través del tiempo, por lo que son muchos los que podrán verse reflejados en algunos de esos “pases” que, en distintas etapas, conducen a los protagonistas a situaciones que no por cotidianas son menos risibles.

Rita y César se aman, especialmente cuando están separados. A veces también se odian, cuando están juntos. Sus idas y vueltas, sus conflictos, a veces simples, otras más profundos, son una muestra por momentos exagerada –pero no mucho- de los problemas de una pareja cualquiera. Y en esto, precisamente, radica la clave de un espectáculo que no pasaría de ser un intercambio de frases ingeniosas y escenas humorísticas si no fuera por esta sutileza para afrontar cierto realismo con un humor que no queda solo en las palabras sino que proviene de la puesta misma. PING PONG es una comedia “liviana”, si se quiere, pero ese hecho no la hace menos apreciable, todo lo contrario: subraya el talento que en todas las instancias se puso en marcha para llevarla a buen puerto.  Y puesto que reírse es sano y liberador (además de permitir una mirada crítica sobre aquello ante lo cual no siempre se puede tomar distancia), una comedia que apela a medios genuinos es siempre bienvenida.

La agilidad de los diálogos, los giros repentinos en las situaciones y los consabidos cambios que el paso del tiempo trae aparejados en conductas y caracteres encuentran en la puesta de Llinás el ritmo, los tonos y los movimientos justos para que todo fluya a borbotones, pero sin tropiezos, y se desencadene con sutileza, además de aportar sus propios recursos al devenir de la escena, muy notorios sobre el final, donde casi no hay palabras, y en la etapa en la que el contacto de los personajes se da solo a través de e-mails. La dirección de actores es impecable.

Daniel Hendler y Laura Cymer llevan adelante la hora y media con la soltura y la gracia que el texto demanda. Hay un importante despliegue corporal, especialmente en el caso de Cymer que da con justeza en el registro requerido, aportando una comicidad fresca y rebosante de autenticidad. La diferencia en los modos de actuación propios de cada actor, por otro lado, colabora a airear y hacer levar la amalgama que construyen juntos. El resultado es una combinación perfecta.

El texto fue actualizado por Verónica Llinás mediante la reescritura del original, contando, además, con el aporte de los actores durante los ensayos, ya que mucha agua ha pasado bajo el puente desde la aparición del original (cuya puesta de 1998 protagonizó Verónica), sobre todo en cuanto a lo referente a la temática feminista.

Una obra para divertirse, que –dada la situación actual- no es algo menor.

 

FUNCIONES: jueves 21:30, viernes y sábado 22:00, y domingos 20:30 – Teatro Regina – Avda. Santa Fe 1235 – CABA

 

FICHA TÉCNICA

Autoría: María Carmen Barbosa y Miguel Falabella

Dirección: Veronica Llinás

Traducción y adaptación: María Antonieta Eiras y Victor Gracía Peralta

Música: Gabriel Chwojnik

Escenografía y Vestuario: Julia Di Blassi y Alejandra Villar

Vestuario: Alejandra Villar y Julia Di Blassi

Elenco: Daniel Hendler y Laura Cymer