TEATRO: LAS ENCADENADAS

No suelo leer nada acerca de una obra antes de verla. Me gusta que la primera vez que me encuentro con una pieza sea, de algún modo, una experiencia desprevenida y, por ende, desprejuiciada. No sucedió así con LAS ENCADENADAS. Conocí antes al autor y su génesis. Supe antes cuánto había de historia personal y de trabajo con los actores; conocía ciertos pormenores, algunos vaivenes que concluyeron en la versión final. Es, precisamente, por eso que decidí ir a verla y ahora escribir sobre cuánto (y, ¿por qué no?, qué) de lo que ya sabía se hizo evidente al ver la obra.

Va llegando a su fin una jornada de trabajo en el cementerio municipal del pueblo de Carhué, en el límite con Epecuén, provincia de Buenos Aires. La tarde de verano se va transformando en noche y, ante el acecho de una tormenta incipiente y cansadas de la faena, las dos mujeres encargadas del crematorio intentan dar por terminado el día. Repentinamente, un llamado de su jefe genera que las viejas heridas, ruinas y cenizas del pasado común, que creían sepultadas, vuelvan a salir a luz, renovadas: la inundación que convirtió en 1985 a Epecuén en un pueblo fantasma, las rivalidades entre los habitantes de ambos pueblos, las pérdidas que nunca terminaron de olvidarse o perdonarse.

Juan Mako toma todo ese material y lo pone a levar consiguiendo que la pieza se aglutine alrededor de un núcleo central -la historia cuasi policial- que le da sustento. Quizás parte del sentimiento personal que le dio origen no llegue tal cual al espectador que desconoce los datos o es totalmente ajeno a la tragedia, pero, de todas formas, lo que sucede en escena es comprensible e interesa, sobre todo a partir de sus dos protagonistas femeninas, personajes construidos con solidez, inmersos en cierto gracioso costumbrismo con el que fácilmente se simpatiza.

El nombre de la obra proviene de un grupo de lagunas interconectadas, que forman parte del sistema hídrico de la provincia de Buenos Aires, entre ellas la de Epecuén, cuyas aguas taparon la ciudad. Pero, también, puede hacer referencia a cómo sus antiguos habitantes quedaron ligados a ese pueblo sumergido, y las culpabilidades que pudo haber detrás de lo que, no tan claramente, puede llamarse una catástrofe natural. Estos dos sentidos, condensados en el título, están en la base de toda la acción dramática, que se desarrolla con un ritmo de comedia absolutamente propicio para no caer en «sentencialismos» que impidan a la pieza avanzar con fluidez y cierta liviandad a pesar del tema. El humor negro que recorre toda la pieza y el suspenso que produce el hecho policial en el que terminan confluyendo todas las anécdotas hacen que el espectáculo no pierda su carácter de denuncia, pero, a su vez, se constituya en un hecho teatral autónomo y atractivo.

Una propuesta con fondo histórico, que no le rehuye al humor para abordar una tragedia sin muertos pero, por lo que puede apreciarse, con muchas víctimas.

FUNCIONES

Viernes de abril 22 horas.

Viernes de mayo 21 horas.

Abasto Social Club – Yatay 666 – CABA

 

FICHA TÉCNICA

Dramaturgia y dirección: Juan Mako

Supervisión Dramatúrgica: Gabriel Fernández Chapo  

Vestuario y caracterización: Paola Delgado

Iluminación: Alejandro Le Roux

Escenografía: Sol Soto

Diseño Sonoro: El Pájaro Films

Asistencia Artística: Tobías Cortes

Producción: Otra| Producciones Escénicas

Actúan: Mónica Driollet, Cecile Caillón y Claudio Depirro / Diego Torben